domingo, 12 de septiembre de 2010

Europa: Resisto







Resisto

No se si el mundo se cae a pedazos en silencio o si soy yo el que en silencio se sostiene en medio de las ruinas. O si el silencio sostiene un mundo insostenible, que se cae a pedazos. No se. De las mil maneras de entender la vida y la comunicación, prefiero sentarme frente al mar y pensar desde el lado del fracaso, más que desde el éxito, efímero, material.

Hemos fracasado en encontrar un camino solidario para construir un camino compartido. Europa esta unida por peajes y por ciudades emblema con ciudadanos que viven vidas mediocres, sin expectativas, vidas de mil euros, que se conforman con llegar a fin de mes, pagar unas cuentas y unas hipotecas. No hay creación de ningún tipo, ni filosófica, ni cultural, ni social. Todo parece estar dado por unas imágenes que los artistas, que se repiten hasta el infinito especulando para vender, tienen de si mismos. Todo es esnobismo y apariencia, pero en el fondo de esta Europa medieval no hay más que miseria moral. Ahora a tomárselas de nuevo con los gitanos, que tienen la culpa de todo. De nuestra sensación de inseguridad, de que no seamos todos bellos. De que haya basura en las ciudades. De que haya robos y de que nadie este a salvo de la incertidumbre. No queremos ser como ellos, nadie es honesto en esa comunidad, por eso los queremos lejos. No vaya a ser que seamos mentirosos, como ellos y que nuestra gran verdad de gente honrada, burguesa y trabajadora, se caiga en mil pedazos.

No importa que los trabajos y los negocios que ofrece el mundo a los emprendedores sean migajas de grandes explotadores, pulpos que todo se lo apropian en nombre del crédito y del libre mercado. Al final, los gobiernos y las personas, presas de los empréstitos a largo plazo, de un progreso que nunca se termina, de una maquinaria que todo lo vende, de un sistema de peajes en el cual siempre pagan los débiles y ganan los fuertes, no tienen nada mas que decir sobre su verdad que eso: mejor echen a los gitanos así no nos comprometen y no nos contagian su mentira.

No importa que haya millones de personas que en su día no hacen nada salvo mendigar una oportunidad. Gente que se despierta sin sentido a la mañana, soñando con algún empleo mal pagado, sobre explotado, abusado por alguien que usa la palabra crisis para adueñarse de algo que no le pertenece: su vida. No importa que haya millones de niños que van al cole a aprender a leer y escribir, a aprender a comportarse adecuadamente para después ser excluidos brutalmente de cualquier oportunidad. Porque a los jóvenes no se los puede incluir en el sistema, ni saben suficiente, ni son suficientemente explotables. Mejor dejarlos afuera entonces.

No importa que nadie hable, nadie conteste, a nadie le importe nada mas que su ganancia, su salario, su miseria, su pobreza moral de fin de mes sin un duro. Pobreza de vacaciones en resort, enlatadas, inalcanzables. Pobreza de ver si viene un ruso millonario a comprarnos la casa. Pobreza de ver si nos salvamos jugando al Loto de Navidad.

No importa nada según lo que leemos y miramos, salvo los dos puntos de mas o de menos del PBI, la agenda noticiosa llena de catástrofes y cadáveres frescos, la potencialidad de un voto mas o menos, la frágil mentira de los que día a día inventan otra historia para aferrarse a cargos y abusos. De los que no tienen reparo en rectificarse, enmendarse, volver a decir lo mismo de otra manera y no decir nada, ni hacer nada.

NO se si soy yo el que se cae a pedazos, o es simplemente una ilusión estar aquí, intentando nadar en esta melaza de gente vacía, sin entender la amistad o la solidaridad mas que como slogans publicitarios.

Sin entender el matrimonio mas que como una serie de firmas de créditos ante notario. A los hijos como oportunidades perdidas. A los espacios naturales como lugares en extinción, a las vacaciones como utopías inalcanzables, al trabajo digno como una concesión de los poderosos.

Me pregunto si diré basta a tanta desidia algún día. Si no partiré, algún día, con mis hijos, a otro lugar. A otro mundo, mágico. Una isla, entre Brasil y África, inventada por nosotros, Me pregunto si mientras intento huir, llegare a ver ese día, con el que sueño, en el que todo nos será dado, no como un slogan publicitario, sino como una sencilla realidad contaminada de sueños y esperanzas.

Ese día con el que sueño no tendré que soñar con justicia porque dejaron morir a mi hermano a las 3 de la mañana en una ambulancia por negarle una cama en una terapia y hacer más dinero. No tendré que soñar con que todos seamos lo mismo y podamos compartir las cosas sin apropiarnos de ellas. Con que podamos educarnos, viajar, alimentarnos, disfrutar de viviendas gracias a los ilimitados recursos que da la inteligencia, la naturaleza y la sociedad. No tendré que soñar con un mundo sin fronteras y sin peajes. Sin nacionalidades, sin discriminados. Sin continentes excluidos. Sin países súbditos. Podré pensar que el mundo es uno solo, que los hombres comparten un destino, no importa de donde vengan o hacia donde vayan. Ese día podré pensar que mis hijos, al igual que los hijos de mis amigos y mis vecinos, comparten un destino de felicidad, un destino que se merecen, solo por ser. Ese día sabré que el mar no es del petróleo. Que la arena no esta tomada de los ríos y de las playas para hacer casas, dejando las cuencas vacías. Que haremos todo en el respeto por los demás, por la naturaleza y la cultura que nos rodea.

Cuando se termine esta sensación de que me voy hundiendo, tal vez pueda soñar con empezar de nuevo, de cero. Podré habitar un mundo sin automóviles, con trenes que llevan a la gente en asientos compartidos, un mundo sin tantos mercados, sin tanto que pagar una extorsión de alguien que se adueño de un recurso de todos. Sueño con un mundo sencillo, hecho de sensaciones y de encuentros. De producción creativa, de actividades placenteras y de aprovechamiento de recursos. Un mundo erótico, donde la gente disfrute no de la acumulación sino del compartir. Un mundo de reciclado, donde todo se vuelva a emplear. Donde los minerales se queden donde están, sin contaminar ríos y dejar gente con cáncer para irse a sitios de expoliación. Un mundo de indígenas, judíos, musulmanes, chinos, indios, europeos, americanos, africanos, compartido por todos, con una creencia y una frontera común, un destino común. Tal vez llegue ese día, en el caerán las fronteras interiores, simplemente porque ahora lo sueño, porque amanezco pensando en eso y puedo decirlo.



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